Número 51

Un verano normal

Si, hace un año que no publicamos. Sí, la vida nos come.

Tenía escrito un post hablando de que ya no hago tantas fotos, que vivimos saturados de imágenes, que nuestras retinas pasan por encima de otro post más como si fuese la nada… Lo he borrado.

Es verano, acabo de revelar dos carretes. He pasado unas vacaciones tranquilas y creo que mis fotos también son tranquilas. Ahora se le llama “slow life”. En realidad debería ser “regular life”.

"Ay bebé, qué insoportable el ser"

Estoy cansada.

Un cansancio que no descansa, que no se cura durmiendo. Que se ha instalado en los músculos, en los pensamientos, en los “ya lo haré mañana”.

Y lo peor es que ya ni me sorprende.

Vivir así se ha vuelto costumbre. Hacerlo todo con el piloto automático, con dolor, con sueño, con ansiedad y cumplir aunque el cuerpo diga basta.

No es fuerza. Es inercia. No sé ni cómo sigo funcionando siempre cansada, tirando de reservas. Con el cuerpo agotado y la mente en mínimos, pero aun así, cumpliendo mucho mas de lo que el sistema se merece.

Firmado: alguien que aún no ha hecho vacaciones y recuerda Sicilia con nostalgia..

Fantasmas creativos

Cuando quiero activar la creatividad me viene bien hacer una lista de las cosas que más me gustan y empezar a tirar de los hilos invisibles que salen para ver a dónde me llevan. Después ya meto la fotografía, la escritura, el collage o lo que me dé la gana para empezar a bajar a tierra lo que sea que me esté pasando por la cabeza.

Este está siendo un verano de introspección, de naturaleza, de castillos y, sobre todo, de fantasmas. A mí los fantasmas siempre me han gustado, desde que era pequeña; cuando pienso en ellos o cuando alguien me cuenta una buena historia de espíritus me entra una emoción máxima mezclada con un miedo aterrador y es una sensación extrañamente placentera.

Así que para hacer este post, tiro de los fantasmas, de los que me han estado rodeando últimamente, de los que me persiguen desde hace años, de los que aparecen un ratito y nunca más se dejan ver y de aquellos que deciden que mi salón en un buen sitio para vivir. Señoras nonagenarias que flotan en mi casa porque se encariñan de mis gatos y les gusta mi cepillo de dientes eléctrico, por favor, márchense a Escocia, que allí la temperatura es mejor y tienen multitud de muertitos vivientes que les harán buena compañía.

Hábitos reconstruídos

Me he dado cuenta que cuando mejor escribo, es cuando paseo. Lo malo es que nunca llevo una libreta encima, así que cuando llego a casa, ya no me acuerdo. Debería hacer caso a los consejos y empezar a usar la grabadora del teléfono. Nunca lo hago porque me da miedo que la gente piense que hablo sólo. Pienso esto mientras me cruzo con una persona hablando por sus airpods.

Llevaba meses sin sentarme en el ordenador en silencio a escribir. Normalmente siempre hay ruido: o la TV, o un podcast, o un directo de Twitch. Que siempre parezca que hay más gente en la casa. Consumir como hábito. Justo lo contrario que esto, un hábito que ya no hago.

¿Y sabéis otra cosa que ya no hago? Salir a hacer fotos. ¿La cámara? Con ella a todas partes. Mi cuello ya ha dado cuenta y se queja a menudo. ¿Usarla? Más bien es un complemento.

Parece que no tiene nada que ver, pero Chantal ha sacado un libro. El libro. Es tan personal, es tan lo que debería ser la fotografía, que el golpe me ha hecho reaccionar. Sergio, ¿a qué has dedicado este año?

He vuelto a revelar. He perdido un carrete por abusar del revelador. He aceptado la pérdida como parte del proceso. He salido a hacer fotos sin pretensiones, sólo por el placer de salir. He vuelto a hacer fotos de todo. Todas son un poco personales. No creo que den para libro, pero hay que empezar por algún lado: reconstruyendo el hábito.

Sueños para el autoconocimiento

Me niego a hablar del invierno cuando la última vez que escribimos aquí hacía calor porque estábamos en agosto. Así que decido escribir sobre los sueños, que es un tema que me tiene en vilo porque me parece algo mágico y muchas veces inexplicable.

Últimamente sueño cosas extrañas y, cuando me despierto, apunto en un cuaderno los detalles de los que me acuerdo para ver qué es lo que me quiere decir mi cerebro. Hoy he soñado con una mujer que llevaba un collar de peces rojos, con una familia de jirafas y con la sabana africana. He soñado con gatos que saltaban sobre los tejados, con dientes desperdigados por el suelo y con un libro de conjuros. Hoy he soñado con viajes a lugares lejanos y con un mensaje escrito en un idioma que no sabría identificar.

¿Cómo puedo soñar con todas estas cosas en una sola noche? Supongo que hay algo latente en lo más profundo de mi cabeza que lucha por salir a la superficie.