Las fotos que nunca fueron

El plan perfecto: una escapada a Almería y una cámara de juguete. Concretamente una Werlisa Safari con una pegatina de Indiana Jones rescatada de las profundidades de Wallapop.

He hablado aquí muchas veces de lo que me gusta jugar a ver qué pasa, disparar libre de previsiones, sin buscar un resultado concreto, sin siquiera saber a ciencia cierta si habrá resultado alguno o estaré tirando un carrete a la basura (cosa cada vez más dolorosa, dado lo prohibitivo que se ha puesto disparar en analógico).

Cuando tiro un carrete a mi me pasa una cosa curiosa. Al revelar mis fotografías, percibo no solamente un recuerdo de la imagen fotografiada, del trocito de paisaje, de la escena o del momento, sino también un recuerdo del instante en el que tomo la fotografía. De las sensaciones, de lo que me rodea, de lo que está delante de la cámara pero también de todo lo demás. Quizá sea precisamente esa incertidumbre del “qué va a salir” la que se fija en la memoria, esa pequeña expectativa.

¿Y cuando no sale nada? A mi me ocurre que al menos queda esa reminiscencia, la foto que pudo haber sido y nunca fue, esa foto que solo existe en un recuerdo. Esa foto se queda en tu cabeza y sólo puedes verla tú. Y no es una foto plana, en 2 dimensiones. Es una fotoenvolvente, tridimensional, que huele, que se puede tocar, que se mueve. Una foto mágica.

Afortunadamente la pequeña Werlisa Indiana Jones se portó mejor de lo esperado y estas fotos se han materializado, pero me encantaría un día poder mostraros todas las fotos que nunca fueron.


Lo que se siente

Cuando me pongo delante de una cámara a posar el tiempo parece que se detiene y a la vez pasa rápido. Es algo terapéutico, puedo ser cualquier personaje y a la vez dar distintas partes de mi.

Estar ante la cámara lo veo algo liberador y a la vez se va forjando una conexión en ese instante con quién aprieta el botón.

Sin duda alguna estar delante de una lente me ha cambiado en muchos aspectos de mi vida.

Y realmente recomendaría a cualquier persona hacer la prueba. Contratar una sesión o que sus amigos les saquen fotos, eso tan sencillo se vuelve increíble y podrán ver más allá de la imagen. De lo bello y no bello, su alma.

Irene Heiwa

Volver a donde hemos sido felices

Eso que dicen de que al lugar en el que has sido feliz es mejor no volver me parece una mierda. Yo creo que a ese sitio del que almacenas solo buenos recuerdos tienes que ir una y otra vez, para que te pasen más cosas buenas y otras no tan buenas y puedas pensar en ese lugar sin melancolía, sin idealizarlo, sin acordarte solo de lo positivo. Para que ese sitio sea, no solo una cosa increíble de tu pasado, sino algo continuo, permanente, un espacio que, a base de pisarlo, se acaba convirtiendo en una casa.

Londres fue mi casa durante un año y sigue siendo mi casa ahora, aunque solo vaya un fin de semana al año. Esta será siempre una de mis muchas ciudades.

¿Qué tengo que aprender de tu fantasma?

Cuando me pediste dejar de vivir juntos y terminar la relación vi la oportunidad de dejar Madrid y buscarme la vida en el norte, en la zona más recóndita del Pirineo. Hace ya 7 años de ello y nunca me he arrepentido.

Los primeros años fueron duros, como no podía ser de otra manera. Aprender a vivir sin ti no formaba parte de mis planes, pero a base de silencio, de abrazar árboles  y del intenso verde que me rodea acabé podando todas las zarzas que llenaron tu ausencia. 

Sólo me visitas ocasionalmente en sueños y no los entiendo. En ellos todavía me rompo de dolor al querer abrazarte y sentirte distante e indiferente. Se apodera de mi un apego a tu persona que anula mi sensación de valía propia. Literalmente es sentir que sin ti no merece la pena la vida.

Curioso, porque es algo que nunca sentí cuando estábamos juntos.

Al despertarme, asustado por ese secuestro de emociones, todo se diluye al momento sin que me de tiempo a analizar nada. Las imágenes acontecidas quedan pero todo el dolor desaparece. Recupero el sentido común  de inmediato y toda la agonía previa parece un sinsentido,  una soberana estupidez... 

¿Qué tengo que aprender de esos sueños? Si no me acuerdo de ti durante meses ¿por qué me visita tu fantasma de esa forma?

Los días siguientes a esas noches procuro pasear más tiempo entre el verdor de los árboles. Deben quedarme espinas pendientes de podar en ese hueco que dejaste.

La silla vacía

Hola,

¿Cómo vas con tus movidas?

“Arte es poner el alma en lo que haces. Es traspasar y emocionar” Esto ha dicho Lolita y me has venido a la cabeza. Bueno, más o menos que no soy capaz de memorizar tan literal.

Estaba pensando en aquella borrachera tonta donde prometí ir a verte al teatro y llegó el día y fui y ni siquiera recordaba el título de la obra.

Joder que no podía apartar la mirada de ti. Qué magnetismo! Nos vamos a morir de tanto pasado, decías y aún tengo apuntada esa frase en la entrada.

Y acabó la obra y me fui enviando sólo un audio diciendo que me dolía el pecho, no sé si lo recuerdas. Mi viaje de vuelta fue silencioso. Me tendría que haber quedado y abrazarte. Siempre debería haberlo hecho, perdón por huir.

Pero bueno q yo sólo quería decirte que eres ARTE y pensaba que debía decírtelo aunque ya lo sepas. Y que al arte se le debe tener siempre cerca para que te inspire porque eso es lo que eras y que tú no lo sabes, pero aún ahora lo haces. Mírate, mírame aquí haciendo este soliloquio que ni siquiera sé si te enviaré. Nunca dejemos de ser arte, me decías. Al menos eso sí que lo cumplimos. Aunque no fuera juntas.

Y que me gustaría volver a verte, pero me puede el miedo Cuídate, R. 💫

Interés estético del territorio

Desde hace tiempo, no paro de pensar en la relación del ser humano con el entorno. Lo natural nos rodea y hacemos uso de los recursos sin fijarnos demasiado en el suelo por el que pisamos.

Podría hacer una disertación inmensa sobre cómo el arte contemporáneo se relaciona con el territorio, pero la realidad es que no tengo ni idea del tema. Solo sé que en mis fotografías siempre hay tierra y nunca hay nadie.

¿No he escrito ya sobre esto?

Estaba a punto de escribir algo sobre la luz cuando me ha dado por pensar ¿no he escrito ya sobre esto?

Revisando mis antiguos post me he dado cuenta de que menciono la luz unas decenas de veces, casi en cada publicación. Qué cansina, pero ¿que hago si la luz me arrebata? Me cambia el estado de ánimo y la percepción de las cosas. Voy hacia ella inconsciente o conscientemente, muchas veces encuentro en ella la familiaridad, la energía o el consuelo.

Cuando me encuentro sumida en la rutina, lo que me conecta con el lugar en alguna parte del hemisferio derecho que me empuja a crear algo, a ir corriendo a por la cámara y disparar, siempre es la luz.

Por algo somos fotógrafos ¿no?

Sequía

Hace ya que no escribo, pero es que estoy vacía por dentro y ya con cierta olor a putrefacción. 
Ha pasado un tiempo desde que cuento los días que hace que ni lloro de la risa ni de la pena que tengo y que fantaseo con que mi meñique se choca con un mueble y siento ese dolor breve, pero intenso.
Algo, una simple tragicomedia de la que sentirme heroína.

Y qué si caigo en picado, ¿significa eso que estaba tan alto que podía oler la inmensidad del cielo que seguro huele a ropa limpia y mandarinas? ¿O quizás sólo es el destello de miles de estrellas tras el golpe?